¿DESDE FUERA O DESDE DENTRO?

GAJES Y OFICIO DE LA INVESTIGACIÓN Y DIVULGACIÓN DEL GRAFFITI (2)

Trabajo de campo, pieza con Mrok, Vallecas, Madrid, julio 1997.

¿Desde fuera o desde dentro?

Fernando Figueroa


En algún momento, al plantearnos una investigación sobre grafiti, hemos podido tener la inquietud de saber sí ser grafitero es un requisito imprescindible a la hora de estudiar el fenómeno del grafiti. Aunque podría parecer indiscutible contestar que sí por su carácter experimental y clandestino, conviene no precipitarse, pues ni es esencial ni todo serían ventajas. Imaginemos cómo plantear este dilema, entre ser y estar u observar, a un historiador de la medicina, del comercio, del deporte, de la guerra, del crimen organizado, de los servicios secretos o de los mecanismos de represión y tortura del Estado. Con este giro, entendemos enseguida lo endeble del planteamiento y que la curiosidad y la adquisición de conocimiento van por otros derroteros que no pasan obligatoriamente por ser lo investigado o parte de lo investigado.

Pese a la falacia, es indudable que ponerse a grafitear ayuda a conocer ciertos elementos y a comprender ciertas claves que se desprenden del hecho operativo y vivencial. También, puede ayudar a establecer contacto con grafiteros (mejor si son observadores, informados, experimentados y desinteresados). Tan prometedor parece lo que puede ofrecer un contacto que algunos ansían la penetración: participar activamente para conocer «de verdad» lo que es el grafiti, como si nos faltasen oportunidades para acceder a fuentes secundarias o primarias o distinguir la verdad de la mentira sin formar parte de la verdad o la mentira. Para empezar bien, creo que es importante señalar que el investigador ante todo debe posicionarse como tal, como tal debe presentarse. Cierto que podría actuar desde el anonimato, como un investigador oculto, camuflado de grafitero si acaso, pero no es juego limpio, a mí no me lo parece. El investigador no puede convertirse en un infiltrado o en un impostor, no es honesto. Esto también debería aplicarse a quienes se hacen pasar por investigadores para investigar, incluso luciendo titulación, sin una voluntad firme por ir más allá del «querer ser» o del «hacer que se es» investigador.

En sí, apostar por ese requisito es un rizar el rizo de la exclusividad y, fundamentalmente, rendirse al autoengaño de creer que al investigador de grafiti lo construye el grafiteo y no las artes de la investigación. Si no, ¿a dónde iríamos pensando que, para historiar la pintura, hay que saber pintar con pincel fino; para historiar el fútbol, hay que ser futbolista o árbrito; para historiar el asesinato, hay que asesinar, suicidar o matar un poquito; para estudiar la historia de España, hay que ser español o muy español y ya, si uno es de la elite social, mejor que mejor; para estudiar el paleolítico, hay que ser un neandertal curtido y sin mezcla de homo sapiens; para estudiar la historia de la moda, ser... qué: modelo, modista, fotógrafo, comercial, tendero, fashion victim, todo a la vez? Eso es. Quizás, haya que ser todo a la vez y ahí entra en escena el historiador, alguien capaz, sobre todo, de recopilar críticamente testimonios y datos de distintas fuentes y tener en cuenta todos los puntos de vista.

En definitiva, estudiar es querer conocer (saber para comprender) algo, no querer aprender a hacer o deshacer algo o para convertirse en algo. O sea, para investigar hay que ser, ante todo y sobre todo, valga la redundancia, investigador: tener curiosidad, formarse en una disciplina, desarrollar una metodología, conocer y acceder a las fuentes, ejercitar la capacidad de análisis y síntesis, organizar el conocimiento, extraer enseñanza, etc. En resumen, aprender a investigar y ser para estar con un fenómeno, no exactamente ser para ser con un fenómeno.


INVESTIGAR VIENE DE NACIMIENTO 

Sostener ese prejuicio del ser para conocer es negar la capacidad humana de leer el terreno, de analizar los objetos y contextos, de recopilar los testimonios de los protagonistas para oír por su boca sus vivencias o de poder introyectar y empatizar para conectar y comprender, y aclarar con el análisis y la verificación de sus palabras o aportaciones los motores conscientes o inconscientes que los mueven y los factores externos, directos o indirectos, que los moldean y condicionan. Asimismo, invita al desparrame de que el investigador-grafitero acabe creyendo que puede aflojar en su formación investigadora porque le baste con vivirlo para contarlo, con tenerlo claro para encarnar el patrón de medida, con estar ahí para poder saberlo todo o con convencerse de su instinto o clarividencia para no tener que preguntar nada al resto de grafiteros, en fin, hacer añicos la humildad cognitiva y el espíritu crítico que debe regir la actitud científica del investigador. Narcisistas y Dunning-Krugers en la investigación, por favor, los menos posibles.

Un investigador ha de concebir la exploración de la realidad como un diálogo, no como un soliloquio o el espectáculo de un vocalista. Debe ser capaz de empatizar y recrear para comprender, de compartir e intercambiar, nada de ir de pope, nada de absolutos, de paparruchadas o de opinologías recalcitrantes. No hablo de enfoques, hablo de vicios y sesgos, de los que de alguno, seguramente, yo tampoco me libraré. En fin, al investigador no se le debe exigir otra cosa más que saber investigar y generar conocimiento preciso y exacto. Esa es la cuestión esencial que se trasluce detrás de la falacia que nos ocupa y me preocupa. 

¿Por qué me preocupa y podrían preocupar a otros? Porque banaliza o irracionaliza la actividad científica. Esta falacia confunde entender con sentir, conocer con vivirlo o, paradójicamente, niega la capacidad misma de aprender o la posibilidad de ingresar (si no se es, no se puede saber; si no se puede saber, no se puede ser) e impide comprender que la naturaleza del investigador es, ante todo, intelectiva y la del grafitero es, ante todo, empírica, con independencia de que investigar entrañe su propia actividad y grafitear su propia reflexión, y que ambas esferas puedan converger a través de la política (la acción y el pensamiento social) y que algunos individuos compartan ambas facetas simétrica o asimétricamente. 

Comprendamos, pues, que desmontar la falacia subraya más aún la importancia de tomar contacto, sin que este contacto suponga necesariamente involucrarse o tomar partido o que la observación de un escenario comporte que se tenga que influir en el devenir del fenómeno. La intromisión no es buena actitud y es muy recomendable guardar celosamente nuestra independencia como investigadores manteniendo la distancia, especialmente con aquellos grafiteros que no comprendan nuestros objetivos ni nuestra posición. Esto es, hay que estar alerta de los pros y los contras de entrar en su mundo o de convertirse o de ser un grafitero cuando se investiga el grafiti, para salvaguardar la pretensión de objetividad o resguardar nuestro punto de vista particular y no convertirnos en el instrumento o los portavoces de otros o ponernos al servicio de sus intereses personales o colectivos. Cuando uno se declara «investigador independiente», no es solo en una única dirección, es arriba, abajo y alrededor.

Por supuesto, el distanciamiento ni comporta superficialidad o insensibilidad ni, reitero, exime de la obligación de pisar el teatro grafitero y contactar con sus actores. Estos serán siempre consultados, en la medida de lo posible y en lo que se requiera para el desarrollo del estudio planteado, siendo conscientes de que, como todas las personas, tienen sus limitaciones y sesgos como informantes e, incluso, como participantes. Ningún grafitero lo sabe o ha hecho todo, ni joven ni viejo, ni pequeño ni grande, más en un mundo clandestino y complicado como este. Tampoco todos se autoanalizan, saben explicarse o quieren explicarse y, pese a ello, a través suyo, por habilidad y ejercitación, se extraen valiosos y válidos conocimientos que hay que organizar y contrastar entre sí y frente a otros grupos o entornos para sacarles sustancia. He ahí la utilidad del investigador especializado y docto.


POSICIONAMIENTOS 

En resumen, hay al menos cuatro posicionamientos en este sentido para el investigador no grafitero:

—No pisar la escena ni tratar con los agentes. Nada aconsejable.

—Intervenir puntualmente sobre el terreno y consultar a los agentes para comprender o aclarar cuestiones técnicas. Muy recomendable y útil.

—Intervenir sostenidamente sin abandonar el rol de investigador para profundizar en la vivencia del grafiti. A ser posible con consciencia de parcialidad o temporalidad y peculiaridad.

—Convertirse en grafitero y utilizar la investigación como apoyo para ingresar y progresar en esa senda. A veces hay que darle un giro a la vida.

Y, respecto al grafitero curioso, estudioso o investigador, otros tantos podrían ser:

—Mantener un interés por la investigación restringido a su contexto próximo o a su visión personal. Un utilitarismo de conveniencia o enfocado a la satisfacción personal.

—Aprovechar esta actividad para posicionarse, a través de la investigación o el rol de investigador, en su comunidad o en la subcultura. Común en el rol del grafitero-cronista o del grafitero-documentalista. Esta especialización puede contraer una instrumentalización de la actividad con el fin de construirse un estatus subcultural.

—Trascender la presión de grupo, el particularismo y la parcialidad y asumir una mentalidad abierta y un enfoque liberado. Ser capaz de cuestionar el discurso oficial subcultural o público y de superar el revisionismo de la conveniencia de unos y otros. En suma, deslindar la condición de investigador de la faceta de grafitero

—Hacerse valer como investigador y hacer carrera en el ámbito académico o similar sin echar mano del comodín: es que soy escritor de graffiti; ni caer en la tentación de medrar profesionalmente a costa de acatar o asumir con tibieza o servilismo un discurso favorable al poder instituido. Toma peso la profesionalidad científica como mérito, no el vasallaje. 


Ahora, ocupémonos de reflexionar sobre algunos de los pros y contras de ambas condiciones: el investigador no grafitero y el grafitero investigador. Primero, veamos al grafitero investigador y, por qué no, al investigador grafitero. AQUÍ.



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