CON PAN Y CEBOLLA

 

GAJES Y OFICIO DE LA INVESTIGACIÓN Y DIVULGACIÓN DEL GRAFFITI (1)

 

Con pan y cebolla

Fernando Figueroa


No digo nada nuevo si afirmo que nadie vive solo del aire. Tampoco si digo que el trabajo intelectual suele estar mal pagado e, incluso, no se considera un verdadero trabajo porque no se suda. Si además estás fuera del sistema educativo o de investigación institucional, ya te puedes ir preparando para pasarlas canutas como no tengas otra fuente de ingresos. Aunque el pan te llegue para consolarte del dolor de tripas, ninguna cebolla te calmará la sed de un aprecio moral. Pero ¿esto, que es una pauta habitual en el sector científico y artístico-cultural, cómo se refleja en el campo de los investigadores de grafiti y arte urbano? Las modalidades son las mismas: se paga bien, se paga lo justo, se paga lo mínimo, se mal paga, no se paga, se pone dinero o, si señores, hasta se paga por trabajar, la gran innovación laboral del neoliberalismo.

Desde que cobré por primera vez por una conferencia (15 000 pesetas en 1999, 90 euros), las remuneraciones fueron poco a poco aumentado durante mi carrera hasta que la cresta quebró con la llegada de la crisis de 2008 y la terrible resaca de 2011, de la que no nos hemos recuperado algunos. A partir de entonces, no solo se han ido reduciendo las actividades retribuidas, sino que además se ha ido rebajando muchísimo los cachés en todos los órdenes. Si el máximo que pude alcanzar por una conferencia académica, por ejemplo, rondaba a mediados de los dos mil los 350 y a finales los 400 euros brutos, ahora cobrar esas cantidades es algo sorprendente.

Alguno pensará que 400 euros por estar de charleta dos horas era y continúa siendo mucho, sin reparar en la formación que hay detrás y los preparativos que contrae realizarla si eres de los que se lo curran. A mí, una conferencia decente no me lleva menos de diez días prepararla. Es más, he llegado a ganar más en un bolo de payaso que dando una conferencia en la universidad. En suma, para que sepamos, nos situemos en los tiempos que deberían correr y alucinemos, un ponente debería cobrar, según Meetmaps:

 Entre 500 y 5000 euros, en un primer escalafón.

— Entre 5000 y 10 000 euros, para veteranos.

— Entre 10 000 y 20 000, para prestigiosos frente a grandes auditorios; y hay más, pero esas cantidades ya se reservan exclusivamente para los olímpicos de la alta sociedad.

Resulta obvio que suena muy idílico llegar siquiera a los 500 propuestos y creo que, de darse, que se dará, lo es fuera de ciertas esferas en las que jamás me he movido y en las que pocos de los que conozco se han movido. En el mundo que trasiego los cachés son mucho más humildes, más aún teniendo en cuenta que el graffiti o el arte urbano es un tema bastante marginal y al que, por lo general, se le suele dar cabida en eventos de asociaciones culturales autogestionadas o de ayuntamientos, diputaciones, departamentos universitarios, fundaciones, etc. en un clima de recortes culturales desenfrenados que perjudican la retribución, pues los gastos de transporte y dietas se lo chupan casi todo o todo cuando se quiere traer a un invitado. Así que aspiramos, más bien, a esta otra escalinata de honorarios según mi experiencia y sin ser de los tops:

— De 0 a 150.

— De 150 a 300.

— De 350 a 500.

A menudo se excusa la no retribución con la vocación, como si el hacer algo por pasión conllevase no merecer una remuneración económica, no sea que se convierta en vicio o pecado. También pasa en lo artístico, donde se regatea con soltura, como si pintar, actuar o payasear bien lo pudiese hacer cualquiera o necesitar de poca maña. En verdad, el papel y la tinta poco es y preparar un powerpoint es solo darle a unas teclitas y darle a guardar. Visto así, tampoco es tan grave, lo que sucede es que investigar necesita recursos y estos recursos suelen pagarse con dinero, no hablemos ya de la manutención y vivir bajo un techo. Pensemos que, si se trae a alguien y no se le da dinero para sus gastos, se le ocasionan pérdidas, lo que no es de recibo si anda pelado, pues no le sale a cuenta si no le entran ingresos por otro lado. Que, al final, cuando a uno le llaman más que pensar en cuánto va ganar mañana pensará en cuánto se va a perder hoy. Por eso, no está de más que se considere la retribución económica o en especie, como lo que es, un derecho; recordando que no hablamos de millonadas en una época donde los salarios son más propios de medio siglo atrás y que, con suerte, te permiten malvivir dejándote soñar con un golpe de suerte en la lotería.

En fin, ahora viene la pregunta: ¿cómo se suele retribuir o no retribuir en este mundillo, ya sean conferencias, mesas redondas, artículos, entrevistas, etc.? Centrándonos en los que atañe a las conferencias o mesas redondas, enumeraré las distintas fórmulas que he vivido o han vivido colegas, eso sí, para no deprimirnos en exceso, lo haré sin citar cuantías (que deberían ponderarse según estatus y experiencia del ponente y categoría de la organización y evento) y, para no soliviantar los ánimos o romper mitos, omitiendo nombres e instituciones. Sí que adelantaré que, se acuerde lo que se acuerde, esas retribuciones se efectúan puntualmente, tardíamente o, sencillamente, se olvida que hay que hacerlas.


RETRIBUCIONES

Con honorario

1) Pago de honorario y cobertura del coste de viaje, alojamiento y comida.

2) Pago de honorario, más coste de viaje y alojamiento. Las comidas no se cubren.

3) Pago de honorario (a veces con algún convite o suvenir por gentileza de la organización).

Sin honorario

4) Pago del viaje más el alojamiento y la comida o alojamiento con media pensión.

5) Pago del viaje más alojamiento (diferentes medios de transporte y tipos de alojamiento).

6) Pago solo el viaje (a veces lo tienes que adelantar de tu bolsillo y a veces no te lo devuelven todo, por eso es mejor que lo adelante la otra parte para asegurarte de que no suceda).

7) Te invitan a comer o cenar (a veces, aunque se haya pactado, te lo pueden negar después de dar la charlita apelando que es tarde y se ha pasado la hora o que han tenido mucho gasto, como si ya zamparte un bocata no valiese la pena; no sé que es más pijería, si querer comer o que no vean apropiado darte de comer).

8) No se paga nada (a veces cae un regalito de suvenir). 


Se puede añadir a esto los impagos (lamentables cuando los has facturado y pagas los impuestos oportunos por ese ingreso que no has recibido) y los pisuergas. Esto es, «ya que haces esto, ¿por qué no nos haces esto otro?». Dos charlas a precio de una, aparte del artículo nos das una charla, pásate por mi clase y de paso les cuentas algo, etc. Bueno, forma parte de la vida exprimir los recursos sobre terreno fértil, que no a todo el mundo se le pueden pedir esas cosas sin que rija sobre él un ánimo generoso. Tampoco está uno para despreciar que le den uso cuando está en peligro de sentirse un inútil.

Otra maniobra muy chistosa es la del recorte de exigencias para justificar un bajo coste o la gratuidad. Esto es, háblanos de cosas generales, algo que tengas por ahí, hazte promoción de tus libros, solo quince minutillos o diez, con eso vale, te lo ventilas rápido y, como es poquita cosa, pues... Argucia similar a la de la petición de algunos textos breves, donde se te suele pedir una paginita o dos o un par de párrafos porque se piensa que debe salir muy caro el metro cuadrado de celulosa o igual te regalan los retales de los papeles reciclados. Sobre los textos, daría para hablar largo y tendido, que también los cachés están por los suelos y las expectativas por las nubes.

En este punto, si a todo esto dijese además que en la última década lo más habitual han sido en mi vida los pagos 5, 6, 7 y 8 (gracias a los que me habéis pagado honorarios, no sabéis cuánto cuánto os lo agradezco), algunos se posicionarán pensando que escribe un tacaño quejica o un decrépito pordiosero y otros, que escribe un explotado revanchista o un sindicalista en ciernes, pero es lo que hay, aunque, por supuesto, por aceptación o incluso por compromiso se asume cualquier sacrificio si la causa lo merece. Me explico: 

A veces es lícito hacer cesiones si el proyecto que se te presenta surge de la precariedad, se pide como un favor, se apela a tu solidaridad, hay un pacto de reciprocidad, la iniciativa te toca la fibra, la fraternidad se impone, te maravilla estar con ciertas personas, te apetece conocer un sitio nuevo, compartir tus conocimientos y reflexiones entre un auditorio diferente, entrar en un espacio tabú, la amistad, etc. En esos casos, no hay explotación, hay cooperación y afán de avance, pues, como dice el dicho castellano, «estamos a las duras y las maduras» y «sarna con gusto no pica». 

Quizás, por eso acude a mí gente tan o más idealista o ligera de bolsillo que yo, y que apela a mi sensibilidad por las causas justas sabiendo que no les voy a venir con exquisiteces en estos tiempos de crisis, que con un pan y una cebolla se puede pasar el día cuando te reciben con una sonrisa que sabe a ambrosía. Por otro lado, a mí no me suele gustar poner condiciones de antemano porque prefiero que las personas se dibujen ellas mismas, luego ya veremos si te merece la pena seguir colaborando con esa persona o ese proyecto. Es un modo de mantener cierta autonomía de movimientos, la posibilidad de decir «aquí me apeo, siga su viaje». Esclavitudes las justas.

De todos modos, hay que aspirar siempre a más si lo recibido no basta y considerar que una retribución justa es lo idóneo y que, sobre todo, las instituciones han de ser las primeras en dar ejemplo de solvencia. Por lo demás, si se van a dedicar a la investigación independiente búsquense otros oficios para subvencionarse, que no queda otra, y recordad que a quien gana poco veinte euros saben a gloria y que también hay pobres filántropos que, sin tener nada, lo dan todo para que la cosa avance.



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