ENTREVISTA A
MARÍA FERNANDA LÓPEZ JARAMILLO
Conocí a Mafo hace años. Primero, como es norma entre colegas de otros países, vía correo electrónico, más tarde pudimos conocernos en persona en Guayaquil, con motivo del Primer Encuentro Internacional de Cultura Urbana «Haciendo Calle», en 2018. Tratar con ella ha sido siempre como tratar con una vieja amiga. Es de esas personas que siempre te recibe con una sonrisa, aunque estén cayendo chuzos de punta, o que fruñe el ceño sin pudor si algo la disgusta. Quizás conectemos porque compartimos muchas cosillas: extracción social, ideas, vivencias, conflictos, gustos, sueños, enfoques parecidas sobre la realidad, somos tocayos... o el sentimiento de que todavía hay hueco en el mundo para el idealismo y tratar de construir una sociedad más feliz y verdadera que la que tenemos.
María Fernanda López Jaramillo es doctora y docente a tiempo completo de la UArtes de Guayaquil en Arte Urbano, en Gestión y Política de la Cultura, y en Arte y Comunidad. Además, es licenciada en Ciencias Jurídicas por la Universidad Católica de Ecuador y diplomada en Arte Ecuatoriano por la Universidad Central del Ecuador, donde realizó su tesis de maestría Nuevas escenas, otros espacios: espacio público y "Arte Acción" en Quito, defendida en la Universidad Andina Simón Bolívar, en 2008, y la tesis doctoral Detrás de los muros. Exploraciones sobre graffiti y street art. Democracia, política y acción cultural en Ecuador y México, 2010-2013, defendida en la Universidad de las Américas Puebla en 2015. También es miembro de la asociación INDAGUE y se la ha escuchado en Ecuador, México, Colombia, Perú, Guatemala o Cuba y Holanda, Alemania, España, Reino Unido o Portugal. En fin, sobradamente preparada, esta investigadora, curadora y docente, especialista en arte urbano, antaño payasa como yo, se presenta en resumidas cuentas como una «andina urbana y caótica», a caballo entre los Andes y la costa y con el corazón repartido entre Ecuador y México.
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Estamos
en un punto indeterminado del océano digital, entre la ciberesfera ibérica y la
ciberesfera sudamericana. Por la gracia de Internet, tengo junto a mí a un alma luchadora que no da fácilmente su brazo a
torcer y que aún sueña en color en un mundo cada vez más plagado
de grises. Hola, Mafo. En
primer lugar, gracias
por compartir con nosotros tus experiencias y tus inquietudes. No a todo el mundo le gusta exponerse.
Gracias por entrevistarme. Me servirá para revisar y sistematizar estos años de andadura.
Pues, bien, vayamos al comienzo. Cuéntame, ¿qué razones te impulsaron a interesarte por estudiar y apoyar el arte de calle?
Ese interés empezó en el año 2007, cuando era curadora del Museo Camilo Egas, en la ciudad de Quito. En esos tiempos este espacio estaba ubicado en una zona compleja, con muchas necesidades, y surgió el encuentro con el colectivo los Fenómenos. Era una crew de artistas de calle que buscaba espacio y yo necesitaba actividades para la comunidad, así que fue amor a primera vista. Todo a partir de ese encuentro fueron expos, fiestas, batallas de tags y mucha más investigación. Siempre he pensado que el arte de calle es un poderoso dispositivo político al servicio del trabajo con comunidades.
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Portada del TFM de María Fernanda López Jaramillo, 2008. |
Años después de presentar tu TFM sobre espacio público y arte-acción quiteño en la Universidad Andina Simón Bolivar en 2008, te planteaste hacer una tesis doctoral más ambiciosa, sobre graffiti y arte de calle. ¿Cómo fue que la defendiste en México, en la Universidad de las Américas Puebla? ¿No había universidades más cerca que estuviesen abiertas a que sus doctorandos estudiasen el graffiti y el arte de calle?
Seleccionar un programa doctoral que amparase la investigación sobre los procesos de producción del arte de calle y el graff fue difícil. En la academia persiste un tratamiento peyorativo sobre estos fenómenos, incluso una infravaloración sobre las investigaciones. A veces he llegado a pensar que a la academia estos temas le parecen inútiles e innecesarios. Sin embargo, en México el programa doctoral de la UDLAP, al ser de Teoría de la Cultura, me permitía analizar estas prácticas desde la matriz de los estudios culturales. Esta metodología permite un análisis más profundo, sociohistórico, económico y político. No me interesaba juntarme a programas de Estética o Historia del Arte porque considero que el arte de calle es un objeto cultural en extenso, lleno de matices, y que mirarlo con esas lupas puede resultar reducido.
¿Crees que tu trayectoria vital te ha hecho especialmente sensible a apreciar el potencial social de estas manifestaciones culturales, incluso la fuerza de su cariz humano? ¿Tienes cierta debilidad por los marginados o los débiles?
Particularmente no considero que los protagonistas del arte de calle tengan de sí mismos una percepción de debilidad o marginalidad. Al contrario, siento cada día con más fuerza que el arte de calle es un universo paralelo con sus propias reglas e, incluso, su propio mainstream. Lo que sí puedo decir es que me identifico mucho con la vitalidad y la emoción con la que llevan sus producciones los creadores de calle. Yo soy caótica, arriesgada, poco metódica pero sumamente apasionada como ellos y ellas. Además, mucho tiempo trabajé para las infancias en mi país y este medio me parece muy atractivo para su desarrollo. Hice teatro y clown para niños y niñas por más de una década y con eso recorrí la mitad de América del Sur. Quizás esta acción política de entregarme a un ideal sin pensar en las ataduras de los sistemas y las instituciones es lo que me hace tener esa cercanía al arte de calle.
Si por algo se destacan tus contribuciones, es por concentrarse en la promoción cultural y por mostrar un talante activista. Has organizado o participado en encuentros, exposiciones, conferencias, mesas de debate, exhibiciones, proyectos murales..., actividades que apuestan por una transmisión directa de ideas, el diálogo comprensivo, el intercambio cultural y la visualización en vivo. ¿Te consideras una académica de trinchera?
Absolutamente de trinchera y de praxis. Yo enseño desde la entraña, desde el error, desde el vacío, la ausencia y las carencias. Defiendo a capa y espada mi lugar de enunciación como investigadora, académica, gestora y curadora del arte de calle. Para mí, la calle es mi iglesia y el graff & urban mi religión. Tener un doctorado no me ha beneficiado, ni me ha significado un privilegio; no vengo de cuna de oro ni soy parte de la élite cultural burguesa de mi país. Aun estando en la academia, tengo tratos desiguales y hasta hostiles, muy diferentes a los de colegas que se dedican a otras temáticas. Yo no soy la profe, la doctora, yo soy una más del movimiento. No creo en las verticalidades para todos, todas, todes, todo. Todos, todas, todes iguales.
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Flyer de su intervención en el 2º Encuentro de Políticas y Economía de la Cultura, Quito, 2022. |
No es un perfil muy habitual entre los académicos, poco amigos de polemizar fuera de su reducto. ¿Crees que es una pauta común de Latinoamérica considerar la universidad como un contrapoder? En Europa, una concepción así parece tenr los días contados. A veces la universidad asoma como un arma de domesticación de la intelectualidad gracias a su pompa y circunstancia. Basta que seas un narcisista autocomplaciente o un impostor con gozo de inmunidad y que figure tu nombre en la puerta de un despacho para que te creas el rey de Roma en su palacio, apoltronarte y evitar que suenen tus cascabeles de más para que nadie te saque de tu sueño.
Puedo hablar desde mi experiencia y considero que el activismo desde la academia es también en Latam poco común. Conozco cientos de colegas que se han acomodado en sus zonas de confort. No hacen más que llegar, dar sus horas y ya está. Los aguerridos en cualquier latitud somos pocos. Quizá seamos muchos más de este lado del mundo, pero es que es necesario. Considero que las instituciones las hacemos las personas, no al revés. Se necesita más pasión, más amor y más compromiso político en las aulas de todo el planeta. Más empatía y menos verticalidad.
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Participación en el IX Simposio Internacional «Protesta y resistencia», Instituto de Artes UAEH, 2015. |
¿Por qué crees que la universidad tiende a replegarse sobre sí misma y no sale a la calle? ¿Por qué se acomoda en el ensimismamiento, la rutina, y omite atender a la realidad social circundante y se inhibe de su papel crítico y como agente social de cambio, por ejemplo?
Por un tema económico, ideológico y político. En estos momentos, la universidad se ha posicionado en un lugar tibio que le impide dialogar con el afuera. Muchos temen perder sus privilegios de clase, porque ser académico en estos tiempos equivale a ser un burgués edulcorado, pero burgués al fin. El espejismo del sueldo a fin de mes y el acto de poder que representa calificar a otros consumen las mentes y los corazones.
Y que te traten de usted, de don o doña, como diríamos aquí. Lo cierto es que, cuando estuve contigo en 2018 en la UArtes, tuve la impresión de que estaba ante una universidad joven, con un potencial extraordinario para conectar la academia con la sociedad a través de la cultura. ¿Crees que fue un espejismo por mi parte? ¿Crees que otro modelo de universidad, más abierto, dinámico y popular es posible?
Creo aún en ese poder de transformación social de la universidad, pero también en estos años ha habido muchos cambios. La élite de la cultura local reproduce los males de la endogamia, el amiguismo y la argolla. Es penoso tener que ver carteles reciclados de proyectos pasados, y que sigan ahora en espacios universitarios. Es penoso ver cómo se involucran solo propuestas específicas y muchas veces invisibilizan otras propuestas. No queda más que proseguir y hacer un contrapeso desde las bases para hacer frente a este vaciamiento de sentido.
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Cartel del sexto aniversario de la Catedra de Arte Urbano de la UArtes, 2022. |
Poca gente se da cuenta de lo importante que es, pero conseguir que una universidad americana como la UArtes cuente con una cátedra de Arte Urbano tiene hasta una resonancia histórica: la puso en una posición puntera mundial en ese campo. ¿Qué coyuntura hizo que eso fuera posible en su día?
Suspiro… No ha sido nada fácil. Cuando llegué a UArtes en el 2015, me pusieron a dar materias para las que, a pesar de tener un doctorado, no me sentía capacitada, pero en cambio sentía que sí podía crear un espacio para la reflexión crítica sobre el arte de calle. Así nació la Cátedra de Arte Urbano, que ya va para su séptimo año este 2023. Diseñé el syllabus, la metodología y las prácticas. En el marco de esta asignatura se han desarrollado importantes investigaciones sobre la curaduría y museografía de arte de calle, por ejemplo. Se han realizado más de una decena de procesos expositivos internacionales, que han incluido más de un centenar de artistas. Se ha trabajado con y en la comunidad. Fuimos responsables del primer número dedicado al arte de calle en una revista científica indexada, Ñawi, de la Escuela Politécnica del Litoral. «Arte, mujeres y espacio público» es uno de los proyectos hitos de la cátedra, mismo que ya cuenta con cuatro ediciones.
Era muy razonable que buscases ofrecer lo mejor de ti, al margen de que todo profesor primerizo tenga las dudas propias del que empieza en su oficio.
Claro. Confiaba en la utilidad de una cátedra de arte urbano. Así que lo propuse, aunque la propuesta cayó en medio del escepticismo y la desconfianza. Me atrevería a decir que hasta con la hostilidad incluso de las nuevas generaciones que ven con un cierto asco temas como el graffiti en la academia. Resulta paradójico ver juventud reproduciendo los mismos discursos caducos que escuchan en otros procesos, verlos con los mismos estereotipos y prejuicios de generaciones antiguas.
¿El alumnado era por su parte más receptivo a la novedad?
Como mencioné antes, muchos alumnos se sintieron ofendidos al ver material sobre graffiti en las aulas de la Escuela de Artes Visuales. Los muros no estaban en sus planes, jaja. Los primeros años fueron muy duros, casi se cierra por falta de matriculaciones. Es una materia optativa y muchas veces los estudiantes llegaban sin siquiera saber de qué se trataba o esperaban algo menos disciplinar, menos profundo, complejo y teórico.
Pero lo sacaste adelante para beneficio de la cultura ecuatoriana.
Sí, con creces. Este espacio ha servido no solo para la docencia, sino para generar una línea de investigación sobre graffiti y arte de calle que ha permitido luego germinar exposiciones, encuentros, conversatorios, muestras y curadurías.
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Flyer de actividad de la bienal «Haciendo Calle», 2021. |
Fue un esfuerzo con recompensa.
Sin duda, la Cátedra de Arte Urbano ha sido una piedra angular para el surgimiento de una pedagogía desde la praxis y el activismo comprometido. Desde las aulas se han podido apuntalar valiosos y necesarios procesos para la ciudad de Guayaquil y mi país, procesos que quizás vean sus frutos en un par de años más.
¿Con cuál o cuáles de los proyectos que has emprendido te sientes más satisfecha u orgullosa?
Ay, que pregunta tan difícil... Más que orgullosa lo que me siento a veces es que soy una superheroína, una heroína del asfalto incomprendida y muchas veces odiada. A veces me siento vivir en un cómic y que lucho contra los oscuros poderes del conceptualismo, lo moderno y la rigidez de lo contemporáneo. Gestionar, curar y producir arte de calle en mi país es cosa seria. Acá no hay mucho apoyo, ni económico, ni entendimiento. La ausencia de políticas públicas y de un diálogo profundo se traduce en una academia que aún ve como algo exótico, periférico y marginal al arte de calle.
¿Se puede considerar un sacrificio?
Paso días fuera de casa, dejo a mi familia por los muros, y lo volvería a hacer miles de veces. Mi praxis es mi testimonio como mujer y como madre. Pero no damos tregua y no estoy sola: me acompaña Made, mi compa de la HC Crew, quien me apoya en todo lo relativo a la museografía de los montajes. Está la comunidad de arte de calle que le apuesta por mis locas propuestas siempre. Todas las iniciativas son maravillosas. Lo importante es que seguimos haciendo juntos calle. Siempre efímeros, nunca sin memoria. Puedo decir que, hoy por hoy, tenemos procesos de vanguardia en cuanto a curaduría y museografía de arte de calle en mi país y eso es gracias a todos, todas, todes. Los más comprensivos son mis dos hijos y mi compañero.
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Mafo HC crew on fire |
Algunos entienden, otros hasta se han involucrado, pero aún de forma muy tibia. El camino por recorrer es largo. Aún no se dimensiona la importancia de historiografiar sus procesos. Incluso hay resistencia, hasta violencia. Un día un artista que apoyé y gestioné su exposición en México sin reparos dijo: «el arte urbano no necesita de curadores, los curadores nos necesitan». Entonces ¿cómo es la cosa? Jaja, nada más lejano de la realidad. Somos una estructura todo el movimiento de arte de calle y todos construimos desde nuestra trinchera.
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Cartel de la presentación del libro Arte bastardo en la Universidad Iberoamericana Puebla, 2013. |
Ni las instituciones, ni la academia, ni el estado, ni la Historia del Arte, ni la curaduría, ni las políticas públicas están listas para tratar de forma digna al arte de calle. Es pavoroso ver cómo las nuevas generaciones de artistas plásticos, visuales y gráficos hacen de menos a sus compañeros que se decantan por la calle. Es patológico el maltrato crónico en toda instancia. Vivimos en una falacia de aceptación del arte de calle. Todo es una mentira del mercado que lo usa y de los discursos macabros de las democracias latinoamericanas que defienden los particularismos y diversidades. TODO ES MENTIRA, nadie respeta al arte de calle, nadie que provenga de la institucionalidad, a menos que tenga un interés en ello. Intereses, todo es un juego de intereses. Y de cara al movimiento pues igual. El rockstarismo, las redes y su ilusoria sensación de que son «famosos» ha arruinado la capacidad de agenciamiento del arte de calle.
Si hay un punto de perversión, de intrumentalización, incluso desde dentro o por quienes dicen que pertenecen a tal o cual movida pero están en otra chanza, que… Cada vez que oigo etiquetas como «hip hop», «arte urbano», «arte participativo», «muralismo»... en boca de determinadas personas, me pongo en guardia y me preparo, como persona y como estudioso, para comprobar qué grado de arraigo tiene la ignorancia, la hipocresía o el mamoneo, y cuánta es la debilidad de las bases y cuán fuerte es la capacidad de seducción y absorción del aparato institucional y empresarial. En fin, quien dice seducción dice coacción. ¿Qué tipo de presiones has tenido que soportar desde arriba y desde abajo por defender tus planteamientos y propuestas? ¿Cuáles suelen ser las más dolorosas?
Esta pregunta me llega en unos momentos por demás complejos. Siento una soledad absoluta en mi lugar de trabajo. Si bien he podido tener apoyo para la realización de no menos de una veintena de proyectos, si bien es cierto que existe la Cátedra de Arte Urbano, la realidad es otra. Trabas administrativas, ataques infundados de estudiantes, acoso, bullying. Silencio absoluto en temas de conservación y cuidado de los muros universitarios. Lo que más me duele es ver el odio en las nuevas generaciones y la impunidad con la que actúan. El abuso de poder y la persecución entre pares también lo he sentido. Son horas duras y tristes pero debo seguir.
Esa es la cruz ¿y la cara? ¿Qué tipo de apoyos has agradecido desde arriba y desde abajo? ¿Cuáles han sido más gratificantes por esperados o inesperados?
Sin duda, los de las comunidades de base son los más gratificantes y, sobre todo, la inspiración, soporte e incondicionalidad de mis antecesores en la investigación como tú, mi estimado Fernando Figueroa, a quien contacté hace casi una década. Para mí, ser miembro de la asociación INDAGUE es de lo más bonito que me ha pasado. Trabajar con infancias y haber contribuido al estudio del arte de calle en mi país ha valido mucho la pena. He sido parte del equipo técnico del Premio Nacional de las Artes Mariano Aguilera, he sido jurado de la única línea de fomento al arte urbano para el Ministerio de Cultura y pude diseñar la línea de fomento al arte urbano para el Municipio de Quito. Logré que la Casa de la Cultura abriera sus puertas al graff y he construido una red de apoyo desde México hasta Bolivia gracias a mis hermanos y hermanas del color.
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Asamblea anual de INDAGUE, con Isabel Carrasco, Juan Antonio Herrera y Ramón Sendra, 2021. |
Noto que todo esto te supone un gran desgaste pese a que haya gente que comparta tu carga. ¿De dónde sacas las fuerzas para seguir adelante?
Absolutamente todos los días me paro frente al espejo y me digo: «a nadie le importa». Veo a mis hijos sin mi compañía muchas horas, me veo encerrada en una oficina escribiendo oficios, buscando espacios para las expos. Me veo llorar por la impotencia cuando no pagan ni un centavo por mi trabajo, mientras que a los curadores de contemporáneo les esperan con alfombra roja. Luego me encuentro con un escritor urbano en medio de la noche con su aerosol en mano sin miedo a nada y me digo: «¡¡vamos de nuevo, vamos con toda!!». A veces recibo mensajes de gente que no conozco, sobre todo de mujeres que pintan o investigan agradeciendo mis pasos. Eso vale oro.
Sin duda, tú condición de madre que ha de sacar adelante a su familia te ennoblece y la sororidad debe de ser muy reconfortante en tu situación, más aún, cuando te enfrentas a manejarte en un terreno muy expuesto a las barreras sociales y a la discriminación. Cualquier esfuerzo en esa línea, en visibilizar todos los diferentes tipos de mujeres que participan en el arte urbano, parece poco. Tú misma te prodigas en charlas o mesas redondas. Parece lo más efectivo en este mundo audiovisual. Vista su relevancia, no sé si resultan eficaces en estos tiempos las publicaciones académicas para dar a conocer con propiedad a la sociedad los fenómenos que estudiamos. Debo comentar que uno de tus méritos sobre el papel fue publicar en 2021 el primer artículo sobre chapeteo fuera de Ecuador, en el Nuart Journal, una revista en inglés y noruega. Un tratamiento sobrío que, en otro tipo de plataformas, habría tenido un tratamiento sensacionalista.
Las publicaciones por sí solas son absolutamente indiferentes o interesan solo a un gremio de investigadores. El legado de El Bronx, específicamente de Martha Cooper, que solo enseñó al movimiento a mirar fotos hasta el hartazgo, sin un ejercicio mínimo de reflexión y autocrítica, esa herencia de la exotización vana, nos ha pasado una factura altísima. Un movimiento regional y global que va de la espectacularización a la nula reflexión. Hay que acabar con eso y generar círculos de lectura, de escritura de crónicas con los escritores urbanos y desde ellxs. «Kill your idols», dicen los punks y yo digo ¡que si!
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Flyer de actividad de la bienal «Haciendo Calle», 2021. |
Ninguno queremos ser ídolos de nada, nos basta y sobra con vivir la vida. Otro hito de tu trayectoria fue el libro 400 metros, publicado también en 2021. ¿Qué representó o representa para ti? Es un proyecto muy personal, entre el manifiesto de intenciones y la demostración de que se pueden hacer cosas desde la autogestión y desde las instituciones, que nada en este mundo se regala sin lucha.
400 metros es la crónica de los imposibles. Intenta generar una metodología en las cuatro áreas en las que he trabajado: docencia, curaduría, gestión y creación. Es un libro testimonial al que le faltan horas de escritura aún. Lo veo como una publicación embrionaria pero honesta. 400 metros recoge mucho de los logros de estos años, pero le falta, le falta mucho.
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Ejemplar del libro 400 metros de María Fernanda López Jaramillo. |
Podemos decir que es un book in progress. Creo que también lo llamarían así las chicas de cierta imprenta del barrio madrileño de Malasaña que te conocen. Avanzando hacia el tema de la curaduría, has sido muy crítica con la hipocresía de algunas iniciativas que parecen apoyar al arte urbano a ojos públicos. Derroche, explotación, sinsentidos, política de imagen, show business... ¿Qué irrita más: ver: cómo se reitera en perpetuar las malas prácticas o que no exista un interés real por hacer las cosas bien?
Lo que más me sacude es la complicidad de los artistas urbanos en esas prácticas. Muchas veces bajan recursos y no son equitativos con sus colegas. Del estado, los desgobiernos y el sistema no me extraña nada, pero encontrar en el movimiento de arte urbano las mismas mezquindades, tercerización y precarización laboral es una verdadera decepción.
¿La precariedad de medios también puede ser una excusa recurrente para justificar no meterse en líos con las instituciones? El acomodamiento en la marginalidad. ¿No será que hay un victimismo insano en la esfera del arte urbano que oculte otros intereses?
En esta parte del mundo la autogestión ha sido el motor absoluto del cambio. Al contrario de un victimismo, puedo ver un exagerado positivismo e ingenuidad respecto al apoyo estatal. En mi país apenas se han entregado dos líneas de fomento al arte urbano. Una por el Municipio de Quito y la otra por el Ministerio de Cultura. Eso, en términos comparativos, nos deja en desventaja respecto a nuestros potentes vecinos, Colombia y Perú.
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Flyer de su participación en el foro «Mujeres en la cultura», UIDE Guayaquil, 2022. |
¿Crees que es importante que los investigadores y docentes del graffiti y el arte urbano tomen conciencia como colectivo y de su potencia cultural, que se reúnan en foros nacionales, internacionales, intercontinentales, que se asocien para reivindicarse y apoyarse?
Esto, en un mundo ideal, debiera ser lo justo y necesario. Lastimosamente, los egos, las envidias, los malentendidos es lo que prima. El plagio, el extractivismo cultural es pavoroso, la apropiación de conceptos... Perdón ando muy negativa. Pero espero que, en un futuro no lejano, podamos unir fuerzas y crear espacios libres de jerarquías, elites y rockstarismo que es lo que más existe. Habemos investigadores de primera y segunda categoría, incluso por nuestros países de origen, eso lo vivo constantemente.
¿Qué te ha aportado el ejemplo de colegas de otras ciudades o latitudes?
Los colegas, inspiración absoluta. Sobre todo en los trabajos de escritura insisto en citar tu nombre, el apoyo de Ana Mata de México; Said Dokins, en cuanto a lo curatorial, ha sido clave para mi trabajo.
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Con Fernando Figueroa, Ana Mata, Xavier Ballaz y Javier López, 3er Urbarte, México 2018. |
¿También tu alumnado? Siempre hay algún alumno o alumna que se hace notar y alienta con su entusiasmo a proseguir.
En cuanto a los alumnos, me quedo con varios ejemplos como Camila Calderón, que sigue junto a los movimientos de base, Ivanna Santoro, Ailyn Wong, entre otros con quienes he trabajado en diversos proyectos.
¿Cuál sería para ti el perfil negativo de docente o investigador de graffiti o el arte urbano que no aporta nada a la causa?
Ay, si conoceré a varios y varias…. Hace poco tuve la pésima experiencia de permitir a una compañera asistir a mi clase de oyente, luego la compañera tomó una mala actitud sin yo conocer el motivo. Después muchos y muchas hacen «tesis» una sola vez en su vida y luego ¿qué? No hay rigor, no hay constancia. Luego, como ven que el arte urbano es complejo o no da para ser del mainstream, abandonan y se pasan al contemporáneo. Jaja. Lo he visto. Pero lo más triste es que de algunas mujeres he recibido las peores decepciones por su arrogancia y prepotencia; por ejemplo, Lady Pink, esa fue de las peores decepciones de la vida.
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Visita de escolares durante el «6 años de Cátedra de Arte Urbano», UArtes, 2022. |
Echando la vista atrás y sabiendo que siempre todo pudo haber sido mejor, ¿cuál es tu balance de la cátedra? ¿Le ves futuro? ¿Qué tipo de futuro?
Es un momento muy duro para mí como docente. La cátedra por sí sola no puede mantenerse si la institución da señales contrarias en cuanto a la valoración del arte de calle. Se borran intervenciones sin criterios técnicos, no se conservan los muros fundacionales. Aún existe la dicotomía modernista de alta y baja cultura en la academia. Aún somos «el otro». La Cátedra de Arte Urbano no es un espacio que decora paredes; es un espacio de investigación y desarrollo para el movimiento. A veces me siento luchar contracorriente. Sinceramente avizoro un futuro poco claro. Sin embargo, aunque sea con el poco apoyo que aún se mantiene, seguiremos adelante.
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«Arte, mujeres y espacio público», Museo Municipal de Guayaquil, 2023. |
Esperemos que no sea así, que la andadura que quede sea larga y que la gente o las nuevas generaciones reconozcan el patrimonio cultural que representa el graffiti y el arte de calle a pie de calle. Sin duda, nuestra labor ni es fácil ni está valorada en su justa medida más allá de nuestro reducto, y, aunque el desgaste económico, moral y de salud es alto, sabemos reconocer que hay otras cosas en la vida aparte de lo que se nos vende o sale en los medios de comunicación, incluso de este fenómeno. Cosas por las que vale la pena vivir porque nos expresan como pueblo, como comunidad, como seres humanos. Gracias por compartirnos retazos de tu experiencia laboral y vital y tu humanidad. Ánimo con todo.
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