JAUME GÓMEZ MUÑOZ

 

ENTREVISTA A

JAUME GÓMEZ MUÑOZ

Fernando Figueroa, febrero 2023.

Jaume Gómez Muñoz


Jaume Gómez Muñoz es doctor en Historia del Arte por la Universitat de València y especialista engraffiti-arte urbano, subculturas y cultura de masas, no obstante, es escritor de graffiti, además de técnico en Diseño Gráfico y copywriter socialmedia. Defendió su tesis doctoral 25 años de graffiti en Valencia: aspectos sociológicos y estéticos en 2015. También fue el promotor de la primera asociación nacional de investigadores de graffiti y arte urbano de España, la Asociación Española para la Investigación y Difusión de Graffiti y Arte Urbano INDAGUE, fundada en 2016. Por otro lado, se mantiene activo en el campo editorial y en la faceta divulgativa. Ha sido autor de libros como Carrers en conflicte: literatura política del carrer a la Barcelona (2018), prologuista de Grafiti y civilización (2017) o de Levantarse otra vez: 40 años después (2019) y editor del fanzine Strictly Toyz. Ha coordinado festivales como RFT y participado en jornadas e impartido conferencias en la VI Semana Complutense de las Letras, el Bostik Murals 2019, Escenas del Graffiti, el Escrituras Expuestas V de la UAH, el III Ortiga Fest…

Lo conocí en persona con motivo de su iniciativa para crear la asociación INDAGUE y hemos compartido gratos momentos durante algunos eventos y en el plano personal. Creo que nos une el amor por la historia, los libros, la búsqueda de un reconocimiento cultural y académico del graffiti que no pase por desnaturalizar su entidad y esencia, en fin, tomárselo en serio y sin medrajes de autobombo. Para nosotros el graffiti tiene un valor que no lo obliga a venderse.

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Hola, Jaume. Para empezar, cuéntame por qué te interesaste por estudiar la carrera de Historia. ¿Fue tu pasión por la historia anterior a tu pasión por el graffiti?

Mi entrada en la carrera de Historia del Arte fue un poco consecuencia de mi amor tanto por la historia contemporánea (especialmente movimientos sociales, obreros y subculturas) como por las prácticas creativas marginales. Cuando entré en ella ya practicaba graffiti, así que, de forma natural, a mitad de la misma empecé a consultar los clásicos disponibles en la biblioteca, como Guide to Graffiti-research de Bosmans y Thiel, los textos de Joan Garí y tus libros, que eran entonces de los pocos disponibles. Eso me hizo tomar conciencia de lo útil e interesante que sería desarrollar una historia del graffiti en Valencia. Así que en los últimos años he desarrollado sucesivamente este tema y en cada fase he aprendido a dar más profundidad a los contenidos, a orientar su metodología, explorar fuentes, etc.

Supongo que, al plantear el tema de tu tesis, optaste por lo que más te podía motivar y porque había una laguna importante de conocimiento que cubrir.

La única motivación fue suplir la gran carencia de análisis histórico-creativo sobre el origen y desarrollo del graffiti en Valencia. No hubiese hecho ningún trabajo final de máster ni menos aún una tesis que no fuese sobre mi pasión. Extrapolo esta idea y le deseo lo mismo a todos y todas los futuros doctores/as que se embarcan ahora en el tortuoso camino de crear una tesis doctoral. Es un proceso complejo y largo. Para mí, conllevó consecuencias muy duras a nivel de pareja y a nivel de recursos económicos. De hecho, acabo justo este mes, nueve años después, de pagar el préstamo ICO que solicité para poder llevar a cabo la tesis.

A veces no se aprecia ese esfuerzo desde fuera. Un esfuerzo tanto económico como intelectual y emocional. Incluso, si me apuras, de salud y moral. Una buena tesis exige entrega y una fuerte implicación.

Es importante transmitir todo este lado complejo de las tesis, porque parece que últimamente están apareciendo algunas tesis exprés donde los profesores no capacitan ni orientan para nada a los doctorandos en los procesos. Y, por su parte, estos no hacen verdadera investigación académica. Parece que las tesis se están convirtiendo en un trámite rápido para conseguir un titulín más. Sigo sin entender, cómo todavía hoy hay investigadores que hacen tesis siguiendo las estelas de temas de sus profesores o porque piensan que un tema de tendencia les permitirá sacar algún tipo de tajada. Si no hay pasión ni vocación real por la investigación, no se podrá ofrecer un conocimiento de calidad sobre un tema específico, ya que no se profundizará en fuentes ni se explorarán metodologías novedosas.

¿Cómo lo pudiste desarrollar? ¿En qué medida resultó ventajoso o desventajoso pertenecer a la escena del graffiti a la hora de diseñar un adecuado abordaje del tema?

Fue una experiencia fue compleja y muy interesante. Yo tenía muy claro buena parte de los contenidos y objetivos, pero claro, era necesario dotar a la tesis de un marco teórico-metodológico y una estructura que sirviese para ubicar el graffiti dentro de la creatividad (si no del arte del siglo XX y XXI). Uno de los aspectos más curiosos del proceso de investigación fue que mi supervisora me orientó hacia el marco de los Estudios Culturales para ofrecer una metodología, pero luego resultó que este ámbito es en sí mismo un marco de temas y enfoques más que una metodología pura. Así que fui saltando de un profesor a otro en búsqueda de respuestas y terminé por llegar al departamento de sociología, donde el sociólogo Juan Pecourt detectó, en apenas diez minutos, cuál era mi bagaje dentro del graffiti, qué tipo de documentación había acumulado durante años, qué proceso me había llevado allí (la observación participante) y los marcos metodológicos a seguir según la misma. Vamos, que tuve que ir fuera de mi propio departamento y ofrecer una metodología anglosajona para poder tener un marco sólido de mi estudio. Mando desde aquí nuevamente mi agradecimiento a Juan.

¿Tenías algún referente en mente cuando planificaste tu tesis?

En cuanto a referentes, aparte de los ya citados antes, tenía lógicamente en mente a nuestro querido Craig Castleman y a clásicos como Jack Stewart, Martha y Henry, y Johannes Stahl, del que tan poco se ha hablado y del que pienso que es una figura esencial que hay que poner en valor. Del mismo modo, tenía como referente a nuestro también querido Javier Abarca. Fue Javi quien me proporcionó algunas fuentes, como el indispensable Taking the Train de Joe Austin, estudio del que soy deudor en cuanto al enfoque sociopolítico de mi tesis.

¿Te costó mucho desarrollar la investigación, alcanzar los objetivos? ¿Qué fue lo más complicado del proceso?

Lo más complicado del proceso fue dar sentido a cientos de ideas y referencias acumuladas durante años y conectarlas bien con mi contexto. No menos complicado fue maquetar las mil páginas de mi tesis en un procesador de texto como Word. Tan solo el peso de las imágenes hacía que el ordenador se bloquease continuamente y fue una tortura. Me pensé mucho en crearlo en InDesign, pero no lo hice y terminé sufriendo mucho. También fue complejo abonar los costes de la imprenta profesional en la que saqué mi tesis, todo ello con la idea de que fuese un documento muy disfrutable cuando se consultase físicamente en bibliotecas.

Portada de la tesis doctoral de Jaume Gómez Muñoz, 2015.

Cuando estudiaba la carrera recuerdo que nos decían esa falacia de que los historiadores del arte éramos unos artistas frustrados. En todo caso, ¿qué crees que hay de realidad en esta afirmación?

El comentario sobre que los historiadores del arte son artistas frustrados es una chorrada tremenda. Sin embargo, es cierto que el noventa por ciento de los compañeros y compañeras que tuve en la carrera no se han interesado jamás por tocar un pincel, un espray o modelar una escultura, aunque creo que nunca los han echado en falta. Para mí, ese aspecto les alejaba de los contextos y los procesos creativos realmente. Por eso, siempre he pensado que es indispensable que carreras como Historia del Arte tengan un pequeño itinerario obligatorio de estudios de tipo creativo, a modo de introducción, del mismo modo que los artistas lo tienen a nivel histórico. No para superar su hipotética frustración, sino para hacerlos conscientes de las técnicas, formatos, texturas, etc.

Y ¿cómo ver que se dijera que los escritores de grafiti que se embarcan en la investigación del graffiti son unos escritores frustrados?

Tampoco creo para nada que los escritores de graffiti que hacen investigación sean escritores frustrados. Tengo en mente buenos ejemplos nacionales de grandes escritores de graffiti y artistas urbanos que son brillantes en ambos campos. Cada uno tiene su realidad, su enfoque y su empuje que lo llevan a documentar.

Quizás sí pudiera haber potenciales investigadores entre los escritores a los que les gusta guardar memoria, pero a los que les falte, simplemente, acceder a una buena formación y atreverse a dar el salto. Vamos a otra cosa, haciendo autocrítica, ¿cuál es el defecto o vicio al que debería estar más atento un escritor-investigador: el subjetivismo, la tautología, el narcisismo, la mitificación...?

Entre los vicios más recurrentes que se pueden detectar entre los escritores-investigadores —de los que yo soy partícipe— destaca el subjetivismo, la mitificación y la tautología. Respecto al narcisismo pues también existe, es altamente nocivo y penoso. Para mí, es contrario al espíritu de la carrera académica, donde la honestidad y saber poner en valor las aportaciones precedentes o coetáneas de otras investigadoras y otros investigadores es esencial. Por otro lado, los escritores-investigadores somos a veces tozudos, un poco mitómanos de ciertas figuras y bastante radicales en nuestras ideas. Llegamos al contexto de la investigación con una gran carga subcultural y eso se nota a veces en nuestros dogmas y prejuicios adquiridos que nos afectan a la hora de abordar determinados temas.

Participación con Ramón Sendra en la VI Semana Complutense de las Letras, 2016.

Bueno, ser conscientes de ello es el primer paso para ponerlos a raya y compensarlos o, simplemente, para avisar al personal de que vienen curvas. Por otro lado, ¿cuáles son las buenas cualidades y las virtudes de un investigador del graffiti? ¿Capacidad de observación, de análisis, de interrelación, la pasión, la perseverancia...?

La verdad es que todas las características que mencionas son esenciales. Quizás también el espíritu crítico, que, como en cualquier disciplina, pues nos falla muy a menudo. Somos apasionados defensores de una especie de causa perdida y eso nos suele viciar los enfoques. Para superarlo, nada mejor que la interrelación con otras personas, ideas, ámbitos sociales y creativos. Del mismo modo, superar la endogamia de la propia disciplina para enriquecer los enfoques sería actualmente también una gran cualidad para un investigador. Aunque de entre todas estas características creo que la pasión y la perseverancia destacan, ya que sin ellas es imposible resistir dentro de un contexto ultraprecario como el de la investigación académica del graffiti y el arte urbano en el ámbito español.

Hoy en día se utiliza con mucha gratuidad a quien escribe o publica sin titulación sobre el tema apelativos como «antropólogo», «historiador»... A mí me suena un poco a intrusismo si el aludido se lo cree y se pasea con esa bandera. No sé si la gente tiene clara las diferencias que hay entre un reportaje, un documental, una crónica, un ensayo o un estudio histórico, por ejemplo.

Me parece genial que haya gente del ámbito de la subcultura como del académico e incluso neófitos de otros contextos que escriban sobre graffiti y arte urbano si con ello demuestran pasión, enfoques interesantes y adquisición de conocimientos. Pero claro, la palabra «historiador» o «antropólogo» implica que una persona tiene una capacitación académica en esas disciplinas científicas y que, por tanto, sus enfoques están dentro de sus parámetros. Creo que, en ocasiones, se utilizan estos términos para hablar realmente de difusores o documentalistas cuyo trabajo es magnífico y a veces muy superior al de los historiadores al uso, pero no son historiadores como tales.

Charla sobre toy graffiti coon Dadi Dreucol en el Museo Picasso, Málaga, 2022.


Se emplea como un halago, entonces, o como un reconocimiento al valor de sus contribuciones. Como si se le dice «artista», «torero» o «fenómeno» a alguien que lo borda en lo suyo para reconocer su valía. Me parece muy bello. Sin embargo, ¿la gente sabe de verdad lo que representa una formación universitaria en Ciencias Sociales y Humanidades?

Respecto a la formación parece que cada día su nivel es más bajo. Ya nos contaban esto nuestros mayores y parece que somos unos viejos repitiendo esta misma idea, pero es que se ven y se leen algunas cosas muy tremendas. Ocurre además que ahora los géneros académicos estandarizados se fusionan y beben en parte de fuentes y contenidos escritos en prensa, Internet o proyectos documentales de todo tipo y calidad. Entre ellos, recientemente ha aparecido un modelo realmente nocivo en cuanto al rigor informativo. Me refiero a los terribles contenidos clickbait de carácter marketiniano en Internet, cuya función no es informar, sino crear titulares sensacionalistas sobre el graffiti y el arte urbano para simplemente llevar tráfico a las webs y terminar por vender productos o suscripciones. Artículos tipo «El mejor mural de arte urbano del mundo está en Lugo» y cosas así. Este tipo de contenidos se ha venido a sumar al caos y ruido que genera Internet, donde parece que un estudio histórico tipo artículo académico se va equiparando cada vez más a una simple noticia idiota.

Yo también he apreciado ese sensacionalismo que, creo, tiende a pasar por alto el precioso valor de lo común y sencillo. Al final se banalizan los contenidos y se genera un aura de lo extraordinario que perjudica a la democratización de la cultura y conduce a nuestra cultura al consumismo más puro y duro de fantasías.

Para mí, hay una tendencia clara que responde a una agenda político-económica para abrumar y sobreinformar generando realmente mala información para agotar a los ciudadanos, polarizarlos a la vez que atontarlos desgastando su capacidad de respuesta. Todos somos permeables frente a esa dinámica. Y algunos de los estudios académicos que he podido leer en los últimos años tienen un buen poso de esta dinámica polarizante cuyo mejor ejemplo es la pervivencia de la absurda y simplista dicotomía entre arte y vandalismo.

Esperemos que algún día nos libremos de ella, al menos en los foros académicos, pero no tiene pinta. En retrospectiva y pese a esos bandazos o esos deterioros, ¿crees que en el mundo académico se toma en serio este tipo de estudios o es una excentricidad que resulta simpática y moderna, entre otras cosas?

El mundo académico vive un momento curioso, parece querer superar su anquilosamiento de décadas, pero le cuesta abrirse a determinados temas que cuestionan parte de su entidad. En este caso, el graffiti y arte urbano abren el melón de una creatividad que disputa en parte los valores estéticos y mercantilistas contemporáneos del arte y conecta mucho más con el arte de la antigüedad, con lo popular y lo ritual frente a lo objetual y mercantilizable. Este choque de valores lastra lógicamente los estudios sobre graffiti y arte urbano que, de algún modo, cuestionan los enfoques y programas de las propias universidades. Es cierto que los cultural studies están haciendo una gran labor en cuanto a abrir temas de género, identidad y nuevos medios, pero parece que tanto la nueva creatividad como las postsubculturas y las subculturas clásicas han sido machacadas a pesar del increíble interés que suscitan en la comunidad educativa. Como sabemos bien, el mundo académico y en especial las universidades no son ni de lejos un reflejo de lo que pasa o se crea en la sociedad. Y qué decir de los institutos si en muchos de ellos la formación histórico-artística todavía se cierra con Picasso y no va más allá.

Explicando a los chavales en el festival «Fin de Trajecte», Rafelbunyol, 2016.

Quizás a un nivel particular sí te sentiste apoyado desde dentro de la universidad. Yo así lo sentía mientras estuve realizando mi tesis, parecía que algo iba a cambiar, hasta que un día me dijo mi director que fuese pensando en otra cosa, que el tema «estaba agotado», ¡en 1999! Lo decía con buena intención, para que ampliase mis horizontes, pero yo, como soy un cabezota y sabía que había más hondura, no le hice caso.

En mi caso, los apoyos han sido muy puntuales. La primera persona que me apoyó fue Jose Luis Alcaide, tras él mi directora de tesis la Dra. Xesqui Castañer y luego Ester Alba y la querida Dra. Elena Monzón. Gracias a ellas he podido desarrollar algún curso específico, jornadas creativas, clases y rutas in situ de exploración del contexto. Pero siempre me he sentido por completo una rara avis, ya que no ha existido una voluntad seria por abordar estos fenómenos como parte del itinerario académico. Es un caso que no afecta solo a la universidad donde yo me vinculé, es algo general del sistema universitario español, a diferencia de otros países europeos, el ámbito latinoamericano o el estadounidense.

Así visto, parece hasta un acto de automarginación o de suicidio académico meterse en estos fregados. Quizás no sea raro que uno acabe haciendo su labor fuera. Hay un alto porcentaje de probabilidades de no encontrar hueco en un departamento.

En toda esta falta de interés hay un factor académico añadido y radica en que estos lenguajes y escenas subculturales son ámbitos que es mejor obviar porque carecen de padrinos o madrinas con los que prosperar profesionalmente dentro del ámbito universitario. No son rentables, así que parece que es mejor seguir dedicando la totalidad de recursos a abordar estudios sobre el mundo romano, el gótico y las vanguardias que aterrizar por fin en las últimas décadas del siglo XX y qué decir del XXI.

Te pregunto sobre lo mismo desde el otro punto de vista: ¿crees que en el mundo del graffiti se valoran las tesis doctorales?

En rasgos generales, los escritores de graffiti, como la mayoría de los ciudadanos, desconocen el ámbito o valor de las tesis doctorales y su sentido no se acaba de captar. Al ser además poco reproductibles, a pesar de su fácil descarga online, pues no llegan a penetrar mucho en la subcultura. Pero tengo que decir que la mía ha gustado bastante dentro de la escena de la que provengo. Todo el que ha podido leerla u hojearla sabe el gran amor, respeto y dedicación que hay detrás de ella.

¿Tuviste en su día apoyos desde el entorno de los escritores de graffiti? Es una buena prueba para saber si se aprecia una tesis y por qué.

Tuve un gran soporte, claro. Algunos apoyos internos se materializaron en entrevistas puntuales que terminaron en todo tipo de acciones y cuyo contenido fue filtrado en el desarrollo del texto, así como en cesiones de material fotográfico sensible, etc. Vaya aquí mi agradecimiento de nuevo a todos estos escritores.

Sin duda, que se lo merecen, pues su colaboración es imprescindible. Avancemos en el tiempo. Con el siglo XXI, se dio una eclosión de tesis, TFM, TFG sobre graffiti y, sobre todo, sobre arte urbano. ¿Ha sido relevante, ha dejado un poso sólido, ha sido una contribución medianamente solvente?

Sí, quizás estamos ahora en el momento de más proliferación de estudios sobre graffiti y arte urbano. Son ya cuarenta años de arraigo de estos fenómenos en España y los últimos diez años han sido tremendamente eficaces a nivel de autorrepresentación, estudio académico y cobertura en los medios. Las escenas se han abierto y hay más gente que nunca pintando en las calles, en los trenes y en los metros. Todo este impacto se ha reflejado en un interés por abordar estos temas de forma seria, aunque cada contribución es un caso particular. Respecto a los TFM que he descargado los últimos años en España son flojillos, pero desde América Latina se están haciendo cosas muy bien intencionadas. Respecto a las tesis hay un poco de todo y, bueno, cabe decir que en España se han aprobado unas cuantas de un nivel muy pobre, pero esto es una visión personal. En general, el poso que se está o estamos dejando es medio. Y debo decir que esto nace, en buena parte, de la falta de exigencia y de la deficiente formación investigadora de algunas universidades.

Participación con Ramón Sendra y Fernando Figueroa en Graffitea 2017, Cheste.

¿Nunca te planteaste dar formato de libro a tu tesis doctoral? Creo que lo publicado hasta ahora sobre la historia del graffiti en Valencia es todavía insuficiente, la punta del iceberg, y sin un análisis de fondo.

Si, mucha gente me ha preguntado por la posibilidad de transformarlo en libro. De hecho, hay gente que se refiere a mi tesis como un libro porque han visto el formato físico que es muy voluminoso, con tapa dura, etc. Es un proceso que he descartado varias veces por el alto coste, a la vez que es sabido que he animado a numerosos escritores clave y documentalistas de Valencia para que nos unamos y creemos más que un libro, una auténtica enciclopedia visual por tomos de la historia del graffiti en Valencia. Pero esto es complejo. En definitiva, lo publicado hasta ahora es muy dispar, sería increíble crear esta enciclopedia de libros para toda la comunidad.

Sí, un proyecto así requeriría, cuanto menos, de un apoyo institucional que vemos lejano o un colosal esfuerzo de autoedición que no se puede hacer solo. En fin, nada más te doctoraste, ¿fue cuándo te surgió la idea de crear una asociación que aglutinase a los investigadores de graffiti que se han ocupado de las escenas españolas?

Como sabes, el encuentro que realizamos en Granada en 2015, en relación al proyecto de «Escenas del graffiti en Granada» coordinado por nuestro querido Ramón Sendra, fue la confirmación de que era necesario y hermoso crear una asociación de investigadores e investigadoras y documentalistas del graffiti en España. Tras meditarlo lancé una propuesta y tras ello abrimos el melón e invitamos a un montón de especialistas e incluso a creadores/as destacados para que se sumasen a lo que sería INDAGUE.

Sí, aquel encuentro fue mágico. No obstante ¿cuál fue la chispa concreta que te hizo pensar en ello, cuál fue la razón de base?

La conexión. Era y es una misión conectar a los pioneros académicos y difusores con las nuevas generaciones, del mismo modo que es una convicción personal que INDAGUE tiene todavía grandes proyectos por realizar.

Sin duda, fue el momento para ello. Hacerlo antes no creo que hubiese funcionado. Quizás sea un cometido que debe emprender la segunda o tercera generación de investigadores, cuando se asienta una línea de investigación, una base humana especializada y una continuidad que lo haga posible. Lo digo, por los colegas de otros países que quieran tomar nota. Ahora bien, pasados los años y como fundador de INDAGUE, a tu juicio ¿cuál sería el balance general de esta iniciativa a nivel académico y general?

La verdad es que, mirando atrás, siento un gran orgullo por lo conseguido teniendo en cuenta que INDAGUE se autofinancia con lo mínimo y no tiene apenas apoyos en el ámbito académico, en instituciones artísticas o de otro tipo. Es un orgullo ver la implicación de gente como nuestra presidenta Isabel Carrasco, Jordi Pallarés, Elena García Gayo, Keko Martínez..., tantos. El espíritu colectivo de trabajo y la ética guían sus pasos. A nivel académico resulta curioso ver cómo los investigadores clave de Latinoamérica tienen a INDAGUE como el gran referente, mientras en Europa somos poco conocidos y en España tenemos apoyos dispares. En el plano sociocultural, pues todavía están por descubrirnos realmente, a pesar de las contables jornadas que hemos realizado y del tremendo éxito de proyectos con gran afluencia de público y respaldados por publicaciones, como fue el «Castleman Tour», junto a Contorno Urbano. Queda mucho por hacer como digo.

En la galería de Contorno Urbano con motivo del «Castleman Tour», con Esteban Marín, Craig Castleman y Ninoska Juan, Hospitalet de Llobregat, 2019 (foto Clara Antón). 

Eres un apasionado de las publicaciones en papel, los fanzines, los libros. ¿De dónde te viene esa pasión?, ¿de pequeño ya te gustaba el papel? ¿Cuál fue el primer libro sobre grafiti que formó parte de tu biblioteca?

La pasión por los libros de graffiti es consustancial a cualquier escritor de graffiti, ya que son en parte una extensión del formato tradicional de los fanzines. Los escritores queremos fotos, fotos y más fotos, aunque las historias vivenciales como las narradas por Craig, Henry y Martha o las que tú y Felipe Gálvez habéis recogido nos engancharon a muchos. Sobre de dónde viene esta pasión por el papel, pues de niño ya devoraba todo tipo de cómics (el universo de Bruguera, Ibáñez, Astérix, Lucky Luke, Goomer, etc.). Luego, ya de adolescente, siempre fui esclavo de las revistas de rock y punk como Kerrang, así como publicaciones tipo El Jueves, con dibujantes esenciales como Azagra, Ivá, etc. Después llegaron los primeros fanzines de graffiti que pude conseguir, fotocopiados en blanco y negro. Recuerdo una pieza legendaria de Sendys que lo único que podía intuirse eran unas figuras de tigres. Más tarde llegaron los originales en color y años después los libros, como Los graffiti de Castleman.

Portada del Strictly Toyz nº 1, 2016.


Personalmente te diré que tus fanzines Strictly Toyz me parecen una de las aportaciones más originales y frescas de este panorama editorial, y que sacan el estudio del fenómeno de lugares demasiado comunes y del adultocentrismo.

Vaya, muchas gracias. Es un proyecto editorial que ya cumple ocho años y que verá próximamente su cuarto lanzamiento. Es el único fanzine regular de graffiti novato y experimentaciones de este tipo que yo sepa que existe. Hay algunas publicaciones como Bad Graffiti que han documentado estas áreas y cada vez gustan más a escritores de estilos y formas de actuar muy diferentes.

¿De dónde nace ese interés por el graffiti primerizo?, ¿qué valores encuentras expresados en esas primeras imágenes, esas primeras letras, esos primeros trazos de quienes trastean con el espray y se sumergen en la senda del escritor de graffiti?

El interés de Strictly Toyz nace en realidad del amor por el primitivismo y el pionerismo del graffiti de Filadelfia y Nueva York de finales de los sesenta hasta 1974 aproximadamente. Me fascinan las soluciones de esos años y que hoy pueden resultar visualmente antitécnicas o cromáticamente extrañas, pero que en realidad eran virtuosas. Algunas de las creaciones de graffiti novato o de baja calidad que capturo yo o algunos colaboradores como E-1000 tienen la misma esencia, la misma magia, el mismo contexto de emoción y experimentación infantil. Son experimentaciones donde los fallos son mágicos y realmente emocionantes.

¿Asoma ya el talento en esos primeros pinitos gráficos? ¿Tienes alguna pieza de este estilo favorita entre las que has guardado para la memoria?

Es difícil saber si alguno de estos jóvenes que hemos capturado se transformará en un escritor/a sólido. De cientos de ellos hemos publicado tags y piezas, así que es casi seguro que alguno salga. Y por supuesto que tengo piezas que para mí son antológicas, entre ellas la que forma parte de la portada del número uno.

Uno de los proyectos en que has participado que más me ha sorprendido por lo novedoso en España de su enfoque acerca del mundo del graffiti ha sido el Barcelona Showdown de Mark Madness. ¿Cómo se desarrolló tu participación en él?

Barcelona Showdown fue un proceso de trabajo intensísimo, el mayor que jamás he abordado en cuanto a textos, orientación del equipo, reuniones, ideas, decisiones de apoyo creativo, desarrollo de los diferentes crowdfundings, apoyo en exposiciones y conferencias, tema de imprentas, cerrar apoyos y colaboradores. Fue brutal la cantidad de horas invertidas e hicimos el mejor trabajo posible para documentar buena parte de la historia del graffiti sobre el metro de Barcelona.

Ejemplar del Barcelona Showdown de Mark Madness, 2021.


¿Se puede decir que es un libro abocado a convertirse en libro de culto?

Con el paso de los años se verá si efectivamente es un libro de los que permanecen en la memoria colectiva como libro de culto. Para mí, sí cumple buena parte de sus requisitos: da luz a un fenómeno infrarrepresentado, contiene material fotográfico de calidad, aporta un cierto marco histórico o creativo de lo abordado, así como contiene numerosas reflexiones interesantes.

¿Cuáles son tus libros de culto? ¿Nos podrías decir algunos de tus títulos imprescindibles, esos que serían los últimos en abandonar tu biblioteca en los tiempos difíciles?

En eso cada vez soy menos mitómano, pero claro que sigo teniendo mis favoritos. Me fascinan publicaciones de fuera como Street Gangs: Yesterday and Today de James Haskins, Los Angeles Barrio Caligraphy de Jerry y Sally Romotsky, Golden Boy as Anthony Cool de Herbert Kohl y James Hinton, las versiones originales de Getting Up y el Faithof Graffiti editado por Pentagram o Street Art de Allan Schwartzman. Estos libros serían de los últimos en abandonar mis estanterías. En el plano estatal, estarían libros como Los muros del Postfranquismo de Pedro Sempere, vuestro Madrid Graffiti y a nivel europeo Paris Tonkar de Tarek Ben Yakhlef o Forms of Rockin de Anssi Räisännen.

También eres diseñador gráfico. Una de tus últimas contribuciones ha sido Itinerarios por el old school graffiti en España de Tacho Martínez. ¿Cómo es el proceso de dar imagen a un libro de graffiti? ¿Consideras que se ha conseguido rescatar y compartir importantes testimonios gráficos de las escenas primerizas de distintas localidades españolas a veces escasamente o nunca tratadas en los libros del tema?

Este libro ha conllevado un proceso ultracomplejo de creación. Desarrollar los aspectos gráficos ha sido sencillo porque el libro se dirige a los escritores y aplicamos una estética más o menos tradicional. Lo complejo fue la decisión de abordar obligatoriamente escenas de las que el material no era perfecto, pero si significativo por su escasez histórica o rareza. No sé si esto ha sido entendido por la gente, pero el único objetivo era salvaguardar un montón de fotografías de piezas que fueron creadas desde finales de los ochenta hasta inicios de los años noventa que estaban destinadas a acabar en algún contenedor de basura. Y buena parte de ellas tienen una gran magia e inocencia. El destino del libro ya está pautado por su autor y las decisiones que toma en cuanto a sus canales de promoción y venta.

Tras esa experiencia y tus vivencias como investigador o escritor, ¿no tienes la sensación de que ya se ha perdido y se va a perder en las siguientes décadas muchísimo material gráfico? Las limpiezas, las mudanzas, los herederos, el exceso de celo hacen estragos. ¿Cómo crees que se puede minimizar la pérdida de este legado?

Si, es muy común cuando hablas con escritores de la vieja escuela que siempre se refieren a la gran cantidad de fotos que han pedido en traslados, han cedido a otras personas y estas las han perdido o que se han fastidiado por humedades y cosas así. Hay que tener también en cuenta que la conciencia fotográfica del graffiti, de documentar las propias piezas de uno, siempre llega con una cierta madurez, así que podemos aventurarnos a afirmar que hay bastantes piezas que jamás se registraron en foto. A veces, fotógrafos de prensa o vecinos de los barrios donde estaban esas piezas permiten recuperar con suerte algunas, pero en general se ha perdido mucho material, especialmente de final de los ochenta e inicios de los noventa en España, que decir ya de los primeros años del graffiti en Nueva York (1971-75) y tantas otras escenas. Llevo años pensando y comentando con varios historiadores y documentalistas que sería realmente útil crear a un gran archivo a nivel estatal de graffiti y arte urbano. Ocurre que es una tarea colosal pero seguramente sería un proyecto que se podría financiar hasta con fondos públicos si se plantease bien.

Portada de Itinerarios por el old school graffiti en España de Tacho Martínez, diseño de Jaume Gómez, 2022.

Me agrada comprobar que sigues pensando en colectivo y a lo grande. Siguiendo con la senda historiográfica, ¿seguimos dependiendo mucho de la perspectiva estadounidense a la hora de abordar el tema o ya se ha consolidado una solvente historiografía española y lo que se podría decir una escuela nacional?

Para mí, sí hay una escuela muy clara a nivel estatal. Creo que hay ya una gran solvencia estatal tanto en la creación de estudios, como libros, proyectos expositivos y culturales de todo tipo sin depender en exceso de la óptica estadounidense. Pero claro, sigue y seguirá siendo el referente ya que allí se desarrollaron buena parte de las bases del graffiti y del street art, así como de la interferencia de estos lenguajes con el ámbito artístico.

¿Cuáles son, hasta la fecha, los nombres clave para aproximarse sobre el papel a la historia del graffiti español, entre historiadores, cronistas, documentalistas...?

Entre los esenciales de la historiografía seguro que deberían aparecer Figueroa, Berti, Abarca, Sendra e incluir en otro apartado a divulgadores como Gálvez, Suso33, Jeosm, Paco Reyes y otros tantos escritores de graffiti que desarrollan iniciativas, eventos y publicaciones que han enriquecido mucho toda la divulgación sobre estos fenómenos.

Otra preocupación que suscita la intranquilidad de los investigadores es la resonancia de sus aportaciones. ¿De qué sirve generar una bibliografía que no está accesible frecuentemente al público general, sino en repositorios académicos, bibliotecas públicas y estanterías de coleccionistas?

La verdad es que hace ya tiempo que ha dejado de preocuparme publicar en medios oficiales como revistas indexadas y demás medios académicos en búsqueda de resonancia. Mis aportaciones académicas están disponibles online, de forma ágil y sencilla, sin buscar la generación de menciones, ni métricas ni rankings de inspiración mercadotécnica yanqui. Me resultan aborrecedoras y constrictivas. Respecto a la bibliografía, esperemos que cada vez haya más documentos en abierto para el fin académico y el disfrute general. Es cierto que hay muy buenas joyas en bibliotecas y colecciones particulares que son difíciles de consultar.

¿El consumo de libros de graffiti no se apoya demasiado en el exclusivismo y no en la difusión popular? Parece que todo va del palo de la tirada limitada. A lo mejor es que el papel ha pasado a ser un medio de difusión obsoleto en la era digital por su escaso alcance, más en la cultura marginal.

Por desgracia, como dices, el deseo de exclusividad es una dinámica capitalista que se ha impuesto mucho durante los últimos diez años en el ámbito del coleccionismo de libros y obras reproductibles u originales de escritores de graffiti. Con respecto al papel, pues tiene casi una erótica propia dentro del mundo del graffiti que viene tanto de los fanzines como de las fotografías anteriores a los medios digitales. Implica una forma de consumo más reposada, opuesta a las redes sociales y lo digital, pero claro, tiene su coste y su impacto.

Una faceta tuya muy relevante es la de copywriter socialmedia y tu capacitación en analizar datos digitalmente. En eso me recuerdas a lo que hace el investigador Ángel Ramírez en México sobre el contexto norteamericano. Para mí, es un mundo tan complejo como fascinante por el potencial que arroja. ¿El futuro de la investigación del graffiti y el arte urbano pasa inevitablemente por Internet como mesa y campo de trabajo?

Conozco algunos de los enfoques de Ángel y su gran capacitación técnica a la hora de bucear y destripar como funcionan los motores de búsqueda, sitios web y redes sociales para extraer información sobre las dinámicas de representación del graffiti. Él comprende Internet como una herramienta más y así creo que debe usarse en el campo académico. En definitiva, Internet puede ser el amigo o el enemigo. A través de ella puedes conseguir información valiosísima de antiguas publicaciones que han sido digitalizadas y que jamás podrías comprar por su precio o sus escasísimos ejemplares. Pero claro, el graffiti no está en Internet, está en las calles, en los trenes, en los metros. Lo que hay en Internet respecto al graffiti es un reflejo muy parcial de la subcultura, es tan solo la cara concreta de un día que se decide mostrar, tal cual fuera un selfie. No es lo que realmente ocurre en las calles, es un espejo distorsionado de las verdaderas escenas y de la economía de prestigio que se lucha en las calles. Eso hay que tenerlo siempre presente, del mismo modo que cualquier libro tiene también sus propios límites y enfoques.

Vaya, eso es muy fuerte. No solo tenemos el peligro de investigaciones flojas, sino también elaboradas fragmentariamente y a partir de distorsiones de la realidad. Suena muy desalentador. Vaya legado académico nos espera si nos ponemos tremendos. Podría decirse que renunciar a los recursos del siglo XX (mapa, libreta, cámara, grabadora y pateo) es dar un salto al vacío.

Al final cualquier investigación vinculada al graffiti y al arte urbano pasa por conocer a escritores y creadores, sus espacios, así como darles voz. De manera que tanto grabadoras como mapas, libretas, cámaras, escáneres y zapatillas siguen formando parte de la mayoría de procesos, aunque Internet ha cogido mucha más relevancia por su inmediatez. También ocurre que todos estos recursos y herramientas que tenían un peso, uso y herramienta propia han sido sustituidas de forma facilona por el teléfono móvil y sus apps como Google Maps. De modo que ahora todo es más apresurado y menos meditado, da la imagen de que es más preciso, pero es una irrealidad.

¿Es inevitable entonces que, al digitalizarse el mundo del graffiti y se vea absorbido por las redes sociales, suceda lo mismo con quienes lo investigan?

Hay una pérdida de fisicidad en favor de lo digital que imbuye todas las facetas humanas, esto en el graffiti afecta en procesos, autorrepresentación, formas de consumo e información, disgregación de espacios clásicos de la subcultura. Y lo mismo ocurre con su investigación, cada vez hay más áreas de su estudio mediadas o filtradas por Internet.

¿Pecamos de románticos si añoramos una exploración urbana de gastar suela y perderte por los rincones de la ciudad y el extrarradio?

No sé si en esta visión pecamos de románticos, es posible. Lo que si sé, es que cualquiera que ha estado pateando una o varias zonas y ha vuelto a casa cargado de ideas, fotos y experiencias in situ sabe que esa sensación no tiene nada que ver con sentarse pasivamente delante del ordenador a explorar Google Maps, un repositorio de imágenes, una web o una base de datos.

Aparte del graffiti de escritores de graffiti, ¿cuál es tu tipología favorita?

Es una buena pregunta porque colecciono todo tipo de inscripciones y escrituras desarrolladas con herramientas muy dispares. Me suelen fascinar mucho las que parecen estar creadas por personas con «aparentes» trastornos mentales, las inscripciones de tipo religioso, las pinturas casuales de niños con tizas y la literatura política de la calle. El covid ha sido muy fecundo fusionando todo tipo de tipologías y tengo una colección realmente delirante. La verdad es que es imposible decidir cuál es mi favorita. Pero cabe decir que tampoco es la ciudad el marco predilecto en la toma de estas fotografías, aunque lógicamente haya muchas más.

Las primeras firmas y piezas son ya grafiti histórico. ¿Crees que puede mantenerse todavía ese muro invisible y no tan invisible que separa a los grafitólogos históricos y a los grafitólogos coetáneos? En gran medida, les estamos preparando la documentación sobre la que trabajar frente a otras épocas históricas donde nadie o casi nadie se preocupó por documentar los grafitos y las pintadas de sus contemporáneos.

Sabemos que si han existido épocas en las que se ha hecho hincapié por documentar el graffiti que hoy consideramos histórico. Pero claro, la fiebre por documentar de los últimos cuarenta años por el graffiti de tipo neoyorquino pues está claramente relacionada con la gran amplitud de acciones de sus participantes en un espacio y periodo temporal relativamente corto, y la gran difusión de la fotografía doméstica y otros medios que facilitaron su documentación. Cada vez soy menos partidario de crear una historia dividida entre el graffiti de la antigüedad y el actual. Crear un cierto continuum es fácil a partir del siglo XIX y tenemos muchas fuentes e incluso áreas de investigación, como las escrituras expuestas, que están también ayudando a conectar todo tipo de escrituras de periodos anteriores. En definitiva, negar las diferencias creativas, de objetivos y contexto entre las diferentes épocas y tipologías de graffiti es de idiotas, pero rechazar sus conexiones es de estúpidos. En relación a esto tengo la certeza que grafitólogos de unas áreas y otras están cada vez más interesados por saber más y relacionar ambos espectros de la historia del graffiti. Sirva de ejemplo la amplitud de miras de algunos investigadores como el catedrático Antonio Castillo de la Universidad de Alcalá de Henares.

A lo mejor, como pasa con llamar a alguien «historiador», conceder un valor «histórico» a algo puede ser excesivo para algunos.

Respecto al carácter y sentido histórico de unas u otras creaciones, podríamos abrir un melón infinito. Solo apuntar que en los últimos años me da la sensación de que vivimos obsesionados por la idea de legitimar o sobrevalorar rápidamente cualquier hecho o producto humano como histórico. Y en esto volvemos a caer en la trampa del márketing y en la cultura acelerada en la que vivimos donde cualquier construcción humana debe ser mediatizada al máximo y alcanzar una audiencia amplísima para impactar. Caer en esta dinámica irreflexiva es terrible. Y he visto unas cuantas iniciativas relativas al graffiti y al arte urbano que están siguiendo estos enfoques y consiguiendo que sean consideradas como históricas de forma exprés. Me preocupa bastante. Como diría nuestro querido Craig Castleman, puede ser un proceso bastante «dangeroso», que puede distorsionar y confundir el conocimiento de nuestros objetos de estudio.

Está claro que allí a donde vaya el grafitero, allá habrá de ir el investigador. ¿Crees que algún día nos pondremos el traje de buzo para meternos bajo el agua o la escafandra para ir al espacio a ver qué hay de nuevo puesto por la mano humana?

Jaja. No cabe duda.

Hay un punto que no me gustaría dejar pasar y de lo que hemos hablado alguna vez de modo informal. ¿Investigar sin formar parte del sistema académico o también estando dentro de él significa necesariamente pasarlas canutas en cuanto a lo económico?

Bueno, sabemos que hay centros de investigación que pagan relativamente bien o muy bien a determinadas de personas, donde incluso hay académicos hiperbien pagados y que firman cuatro documentos al día mientras en sus bases hay miles de investigadoras e investigadores que ven truncada su verdadera pasión por falta de recursos. Es la misma dinámica sociolaboral y jerárquica de cualquier empresa.

¿Por qué crees que no se toma en serio económicamente la investigación y la divulgación? Quizás volvemos al tema anterior del regalo del calificativo de «historiador», pero a ti nadie te ha regalado sacarte una licenciatura y un doctorado. Parece que escribir un texto reflexivo o analítico lo puede hacer cualquiera con chasquear los dedos. No te digo ya dar una charla o participar en una mesa redonda, y eso que los chachés están por los suelos.

La falta de apoyos y recursos en nuestros campos de estudio seguramente responda a que no generan patentes, no son comerciales y, por tanto, en el actual postcapitalismo caníbal de la información nuestras aportaciones no tienen valor. Si conseguimos rara vez algún recurso, proceden de los excedentes de determinados presupuestos, y estas migajas rara vez llegan a los investigadores independientes. Además, cuando trabajamos anecdóticamente con estas instituciones, somos o los últimos de la fila o simplemente unos activistas de una extraña oenegé que han venido a contar su rollazo y que pueden darse con un canto en los dientes si consiguen que les cubran los gastos de desplazamiento. Pero bueno, hay que tener la moral alta, no caer nunca en la terrible indefensión aprendida y seguir trabajando muy duro.

Finalmente, ¿qué futuro le ves a la investigación y la divulgación del graffiti en España?

Me gustaría ser positivo, pero veo un futuro muy complejo para la investigación estatal de nuestros fenómenos desde la Historia, del mismo modo que en los campos plásticos, Humanidades, Sociología, etc.

Bueno, esperemos que no sea así, aunque a muchos oigo, y de muy distintos lugares, que no escatiman en malos augurios. Muchas gracias por compartirnos tu experiencias, tus impresiones y ese lado humano que hay detrás de quien está detrás de un papel o de una pantalla haciendo cultura.



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José Ignacio Barrera Maturana



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